miércoles, 7 de septiembre de 2011

Walden Dos: Skinner y el conductismo

Burrhus Frederic Skinner (1904-1990)
  Walden Dos es el libro publicado por Burrhus Frederic Skinner en 1948, en el que expone su línea más filosófica conduciendo al lector por la comunidad que según él sería la ideal. El nombre viene del libro que le inspiró, Walden, escrito por David Henry Thoreau en 1854. Es una original y sorprendente utopía basada en los mismos principios que las teorías psicológicas de aprendizaje de Skinner; los mecanismos de refuerzo positivo y castigo.
  El libro nos cuenta una visita a la comunidad en la que los visitantes son el narrador (un catedrático de psicología), un profesor de filosofía y 4 jóvenes, y son guiados por Frazier, quien tuvo la idea original de Walden Dos y defiende todo el diseño.
  En Walden Dos la gente trabaja alegremente 4 horas diarias y satisface sobradamente las necesidades de la comunidad (por la ''motivación adicional que nace cuando un hombre trabaja para sí mismo en lugar de hacerlo para un jefe''). La educación; un mundo aparte: todos los adultos cuidan de todos los niños y desaparece así la familia y con ella toda competitividad, los niños afrontan pequeñas pruebas para hacer desaparecer toda envidia, cólera o emoción negativa.
  La vida de las personas de Walden Dos es plena; éstas sienten que hacen lo que les gusta, que están solo con quien disfrutan, que viven la vida que quieren. Los razonamientos que subyacen para el diseño de semejante cultura son realmente rigurosos; la lucha por la supervivencia ha configurado una sociedad competitiva que impide a las personas sentirse plenamente libres. Pero la ciencia, según Skinner, ya ha dado con los principios necesarios para diseñar una cultura en la que las personas puedan convivir sin conflictos y felizmente.
Portada de Walden Dos
en castellano
  Es la llamada ''ingeniería de la conducta'', la cual muestra que si en lugar de castigar las conductas inadecuadas para la sociedad, premiamos aquellas realmente convenientes, el aprendizaje es mucho más robusto y sobre todo, da a las personas sensación de libertad.
  Tal es la solución que nos propone Skinner. Nunca en la historia se tuvo la oportunidad de realizar tal experimento a nivel colectivo, y por eso no se pudieron descubrir antes estos principios. Sólo en Walden Dos, la sociedad científicamente construida, se puede observar como todos pueden alcanzar la felicidad.
  Esto es posible para Skinner porque según él la libertad solo es una sensación; son los principios del aprendizaje quienes definen lo que queremos hacer en cada momento; si lo que queremos es castigado, sentimos que no podemos hacer lo que se nos antoja; y pero si se premia lo que es bueno para la sociedad, la gente se siente libre y desea hacer precisamente lo que es bueno para todos.
  Pero ahí está precisamente su error: niega por completo la existencia de la voluntad y la libertad, lo único que hay son las sensaciones de hacer o no lo que deseamos. Skinner se fundamenta en una visión determinista de la voluntad, y mi opinión al respecto ya la expuse en otro artículo (Libet y la voluntad): la conducta no solo está determinada por los aprendizajes; influye también la voluntad, la conciencia o la toma de decisiones, llame como se le llame.
  Al añadir el libre albedrío al ser humano, se vuelve mucho más difícil crear Walden Dos; el ser humano es mucho más complejo e impredecible. Yo diría que no está tan privado de su libertad en la sociedad como le parece a Skinner, aunque hay que señalar que él escribió su libro en la mitad del siglo pasado; la sociedad ha cambiado mucho desde entonces.
  El libro también nos ayuda a comprender mejor los principios del conductismo: en la corriente conductista, la conciencia era solo un fenómeno secundario a estudiar, era un subproducto en la cadena de estímulo-respuesta, y lo que determinaba la respuesta, lo que interesaba estudiar, era la asociación de estímulos o los mecanismos de refuerzo y castigo. Se menospreciaba por completo el pensamiento y la existencia de la mente en general; solo los fenómenos observables pueden ser estudiados y solo estos, decían los conductistas, nos pueden dar la pista de como funcionamos.

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