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lunes, 28 de noviembre de 2011

Lo veo pero sólo si lo creo

Puente sobre el Regato da Ponte da Achas
  De todos los fenómenos que afectan a la consciencia y al mundo interior de la persona, el que más me llama la atención es el de la autosugestión. Con ello me refiero a tener sensaciones (que pueden ser visiones, sensaciones táctiles o de movimiento) que aunque nada en el entorno nos la esté causando, las sentimos como si fueran reales.

  Cuando digo que me llama la atención, me refiero a que me sorprende, a que me rompe un poco los esquemas. Sin embargo, no me parece que sea de vital importancia para estudiar a las personas, o para entender porque nos gusta salir de fiesta, porque estudiamos aunque no nos guste en el momento, y bueno, en general porqué somos cómo somos, como el nombre del libro de Eduard Punset. No, es cómo un fenómeno anecdótico, muy extraño, pero anecdótico. Me recuerda en eso al sentido del humor, a la risa y a las cosquillas, un fenómeno también muy raro. Pero de eso podemos hablar otro día.

  La primera vez que me di cuenta de que ocurre la autosugestión fue cuando oí una tradición de un pueblo cercano a la Cañiza, en la provincia de Pontevedra, según la que cuando una joven no lograba tener hijos, debía bañarse en un riachuelo que pasa por allí, llamado Regato da Ponte das Hachas, justo debajo del puente que lo cruza en la noche de San Juan. Según lo que el conocimiento científico y nuestro pensamiento racional nos dice, nada puede tener que ver la combinación de río y noche de San Juan para causar un aumento de la fertilidad de una mujer, pero el hecho es que así era, después de bañarse en tales condiciones, todas las mujeres lograban dar a luz a hijos.

  Un médico en el siglo pasado hizo un estudio de todas esas tradiciones y creencias que tenían resultados inexplicables, que también se pueden observar en rituales mágicos de otros pueblos, y los explicó aludiendo a los efectos que tenían las expectativas de la personas en el resultado. Llamó 'psicosomática' a esa influencia, y documentó un montón de casos más. Pero no hace falta indagar en tradiciones remotas de pueblos perdidos en la Galicia profunda: el mismo efecto es el que se ha observado que ocurre en la hipnosis.

  La hipnosis es un curioso fenómeno en el que unos no creen mientras otros creen que pueden inducirte la creencia de que eres un pollo mediante hipnosis. Mientras tanto, en Brasil, y volviendo a mujeres teniendo hijos, en los hospitales donde carecen de medios para anestesiar a sus pacientes, los hipnotizan para que no sientan dolor; especialmente a las mujeres que están de parto.

  La hipnosis se utiliza desde hace poco como tratamiento psicológico para superar los efectos de traumas, y desde hace más de un siglo en la terapia psicoanalítica para curar trastornos de ansiedad y los que históricamente se ha dado en llamar 'histeria'. Lo más llamativo de la hipnosis es que sólo funciona en los pacientes que creen que funciona, por lo que suele ser eficaz con personas imaginativas.

  En cierto estudio del que me hablaron una vez, se dijo a los sujetos que iban a beber un whisky muy cargado de alcohol, cuando en realidad sólo era agua. Los sujetos acabaron por los suelos, cómo si estuvieran ebrios, ¿o estándolo realmente?



  Los monjes budistas son capaces de aguantar mucho más frío del que puede soportar una persona normal sólo con meditación e ignorando la sensación. En la histeria, uno de los clásicos síntomas era que a la paciente (solía ocurrirle a mujeres) se le quedaba inmovilizado un brazo, sin haber fallo alguno a nivel físico. Las clasificaciones actuales de la psicopatología ya no hablan de histeria, sino de trastornos somatizantes, en los que la ansiedad se expresa con síntomas físicos tan extraños cómo no ser capaz de levantarse, desmayarse, perder la visión (pero curiosamente sin chocar contra ningún obstáculo si tratan de caminar) y dolores muy localizados, también sin base física.

  Lo que se extrae de todos estos casos es que hay sensaciones que tenemos sólo si nos lo creemos, lo cual es sumamente inquietante: sólo por convencerme a mí mismo puedo creer que realmente he dejado de ver, que ya no puedo caminar, que algo ha cambiado en mí... Puedo tener fiebre sólo creyéndomelo, y ¡las mujeres pueden ser más fértiles sólo creyéndoselo!

  En algunos casos de alucinaciones esto puede ser perfectamente lo que ocurra, no necesariamente tiene porqué haber un daño o déficit biológico. Por miedo a estar loco, puedo acabar convenciéndome de que estoy loco, y temiendo que me quieran venir a raptar, puedo acabar gritando en medio de la calle. Es decir, que puede haber locos que en realidad no lo estén, sino que tengan activado y consolidado un círculo vicioso de ansiedad y delirios.

  En mi opinión este es un fenómeno aparte del pensamiento; no se explica por la convicciones de la persona, ni las automáticas ni las construidas conscientemente; sencillamente no tiene que ver con el pensamiento ni con la conciencia, aunque influya en ella. Por eso creo que el fenómeno de la autosugestión o psicosomática no es muy interesante para entender a las personas, pero sí muy llamativo por sus implicaciones tan extravagantes.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Ojos y volcanes

Podemos imaginar desde volcanes llenos de lava...
  Imagínese un volcán que echa lava azul, luego que esa lava adopta lo forma de una ballena y esta sitúela en las profundidas del océano, donde se cruza con todo tipo de criaturas como enormes tiburones o calamares gigantes. Imagínese que se come uno de esos calamares junto a sus amigos en un restaurante, ya puestos, lujosísimo, donde los camareros le tratan como a un rey y le ofrecen espectáculos de magia, donde un sapo se convierte en un apuesto príncipe tras ser besado por una bella joven vestida de princesa. Imagínese como el sapo se convierte en dicho príncipe tras rodearse de una nube dorada resplandeciente que suelta confeti en todas direcciones.

  Imagínese todo eso y diga: ¿No resulta notable la capacidad que tenemos de hacer lo que se nos antoje en nuestra cabeza, de realizar cualquier transformación aunque nunca la hayamos visto, recrear paisajes que no tenemos delante, representar las situaciones que queramos cuando queramos? ¡Qué menos que decicarle a esta curiosa facultad un poco de atención!

  En la psicología cognitiva, las imágenes mentales han sido objeto de estudio y se considera que el sistema que se encarga de crear y manipular imágenes mentales está en la memoria operativa (dicho brevemente, la información de la memoria que estamos tratando en el momento); y dicho sistema recibe el rimbombante nombre de agenda visoespacial.
...hasta ballenas en las profundidades.
  Es una de las dos grandes facultades de la mente cuya base biológica se sitúa en la corteza prefrontal del cerebro, junto con el lenguaje. Ambas se complementan y nos son sumamente útiles, si el lenguaje nos permite mayor abstracción y además comunicación (con todo lo que ésta permite), la manipulación de imágenes es más precisa y concreta, permite hacer cálculos en el espacio y experimentos; y aunque el lenguaje es originariamente propio de la audición, la cultura evolucionó notablemente desde la aparcición de la escritura (de hecho, es lo que marca el inicio de la historia), que ya se percibe visualmente.

  Stephen Kosslyn, director del Centro de Estudios Avanzados en Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Stanford, nos mostró experimentalmente como existe un paralelismo entre las imágenes mentales y la realidad, concretamente en la preservación del tamaño. ¿Cómo se las arregló para estudiar algo tan inaccesible a quien no está en la cabeza de la persona que imagina? Pues le pidió a los participantes que se imaginasen pares de animales, uno siempre más grande que el otro, y se les preguntaba por características visibles (como el número de patas). Se obtuvo como resultado que se respondía más rápido siempre a las preguntas sobre el que era el más grande. Como se suponía que al ser mas grande en nuestra imaginación debería ser más fácil realizar esa inspección, los resultados confirmaban las hipótesis de Kosslyn. Esto, junto con otros estudios similares, nos sugiere que la imaginación repite las características observadas en el exterior, lo cual nos permite experimentar en nuestro interior.

  A partir de formas vagas o imprecisas podemos interpretar figuras o formas para divertirnos (como al ver las formas de las nubes; en el ámbito sexual disponemos de un buen puñado de ejemplos) o también para estudiar los condicionantes de nuestro subconsciente, método usado en el test proyectivo de Rorschach, el célebre test de las manchas ambiguas.

  Además, en el aprendizaje de conceptos la vista (entendemos que esta va vinculada a la imaginación) tiene un vital papel. Baste con poner de ejemplo la noción de ''cantidad'', basada por completo en una percepción visual y que es previo y necesario para el desarrollo de las matemáticas.
La visión tiene un papel protagonista
 en el proceso del conocer.

  Y otra enorme utilidad la encontramos en el conocimiento. ¿Cuántas palabras usamos al hablar de qué es verdad o qué es fiablemente verosímil referidas al aspecto visual? Evidencia (en latín aquello que se ''ve en el exterior'', y no en nuestro interior), demostrar (hacer ver, mostrar), teoría (originariamente, en griego, era la búsqueda de la verdad, en el sentido de tratar de verla; de esa misma palabra vienen teatro, idea, y teorema) y observar (que se usa como sinónimo de prestar atención y analizar minuciosamente).

  De hecho en la ciencia, uno de los requisitos para que una teoría sea válida es que quede confirmada en un experimento que se pueda ver; se habla de evidencia a favor de una teoría, o apoyo empírico. Aunque el adjetivo empírico se puede referir a cualquiera de los sentidos, en ciencia siempre se refiere a la modalidad visual, y por eso los resultados se expresan en gráficos. Una información en código visual es mucho más fácil de percibir y transmitir que de cualquier otro modo.

   En mi opinión sería muy interesante poder poner a la vista otras sensaciones, no solo las visuales, como las del tacto, sentido al que le corresponden la percepción de las emociones (al menos del aspecto de las sensaciones de nuestro interior, como el ''nudo en la garganta'', el removimiento de tripas, etc.) . Y opino que la imaginación es una de las facultades más interesantes y que nos ayuda a meternos en los libros que leemos, las historias que oímos, a recordar paisajes bellos o momentos alegres, o a recordar que la nube dorada resplandeciente era la transformación del sapo en el lujoso restaurante donde nos trataban como a reyes y donde nos comíamos aquel calamar gigante que había vagado por las mismas profunidades que la ballena que en realidad era lava azul escupida por aquel furioso volcán.

  Bibliografía:
  -Entrevista (que recomiendo leer) a Stephen Kosslyn en diario El País: Periodismo con futuro: Stephen Kosslyn
  -Artículo de la revista Psicothema: El papel de la agenda visoespacial en la adquisición del vocabulario ortográfico

sábado, 3 de septiembre de 2011

Libet y la voluntad

  En 1985, el célebre neurólogo estadounidense Benjamin Libet se propuso el ambicioso objetivo de indagar las bases neurales de la toma de decisiones, y con ella la voluntad y el libre albedrío. No sería su única publicación al respecto, pero si la que más controversia generó, llegando a profundizar en el tema otras investigaciones aún recientes.
  El experimento de Libet consistía en que los participantes, con electrodos que medían su actividad cerebral, se sentaran frente a un cronómetro y pulsaran cuando quisieran un botón. Después debían informar del tiempo que marcaba el cronómetro cuando ellos decidían pulsar el botón, o al menos del momento en que sentían que lo decidían.
  ¿Porqué esa distinción entre decidir y sensación de decidir? Porque los sorprendentes resultados nos indican que la actividad cerebral previa a la toma de esa decisión nos permite predecir, más allá de la casualidad, cuando se iba a pulsar el botón antes de que los sujetos del experimento sintieran que tomaban esa decisión.
  El experimento dejaba lugar a dudas entre si esa descoordinación no sería cuestión de la percepción, un desfase entre la toma de decisión y el fijarse en el cronómetro, pero un estudio posterior (llevado a cabo por John-Dylan Haynes en el 2009) nos mostró que dicha descoordinación es de 7 segundos, al menos en el proceso de decidir pulsar un botón.
  Pero yo no voy a criticar si estas investigaciones realmente demuestran que las decisiones se toman en procesos neurales antes que por la facultad volitiva, voy a asumir que no me dejan lugar a dudas.
  El propio Libet propuso un modelo en el que la conciencia no toma la decisión, pero sí es capaz de anularla, tiene posibilidad de veto. Este modelo es perfectamente consistente con los datos. Pero las posturas más radicales creen que estos experimentos constituyen una evidencia a favor del determinismo: la voluntad es solo una sensación, todas nuestras decisiones están motivadas por causas ajenas a aquella.
Benjamin Libet
  Es sobre esta última postura sobre la que quiero hablar yo. Constutuye una subestimación de la voluntad: en los actos humanos, ésta tiene un papel secundario. Como en la física, la mente humana está totalmente determinada por otras causas; no queda lugar para un agente que pueda intervenir cambiando a capricho esas consecuencias necesarias que son las decisiones.
  No existiría la libertad ni el libre albedrío, éstos son solo sensaciones. Procesos neurológicos fuera de nuestro alcance son los que determinan nuestros actos. Esto recuerda mucho al conductismo (en lugar de reflejos condicionados) y al psicoanálisis freudiano (en lugar de procesos subconscientes).
  Pero, ¿quien ha dicho que la voluntad sea un factor misterioso que cambia a su gusto las consecuencias necesarias de las disposiciones neurológicas? No: la voluntad y la conciencia son procesos cuyo mecanismo, por muy intrincado e inaccesible que sea, es cognoscible y se compone de causas y efectos.
  Así, acerca de esa inutilidad de la voluntad que propone el determinismo estos experimentos no nos dicen nada en absoluto; al contrario, confirman que la voluntad sea cognoscible y nos dan algunas pistas, que sugieren ese modelo que defiende Libet.
  Quedan refutadas tanto la postura determinista (llamada a veces ''determinismo metafísico'') que subestima la voluntad, como aquella otra que ignora cualquier otro factor que no sea la voluntad en las decisiones y que la convirte en misterio inexcrutable, en favor de una visión compleja pero accesible de la voluntad, y que posibilita la libertad y el libre albedrío.

Bibliografía:
-Artículo con esta misma discusión en la revista Themata, por Francisco Soler Gil (2009): http://institucional.us.es/revistas/themata/41/34soler.pdf
-Página web en la que se trata: http://www.colmed5.org.ar/Noticias/albedrio.htm

-Artículo de wikipedia sobre Benjamin Libet: http://es.wikipedia.org/wiki/Benjamin_Libet