domingo, 14 de julio de 2013

La psicología intuitiva y el positivismo

     Este artículo recoge a la vez los pensamientos que tengo tras la lectura del libro de Jerome Bruner ''Actos de significado'', y mis propias reflexiones sobre el problema que existe actualmente en la ciencia psicológica.

El carnaval es un ejemplo que quedaría sin poder ser explicado
     Porque en la ciencia psicológica, la ciencia de la conducta, existe un problema, y no me parece baladí precisamente. Se da la situación de que la psicología no aborda cuetiones fundamentales en una ciencia de la mente: por ejemplo, la caracterización del hombre contemporáneo (a diferencia de lo que hacen antropólogos como Marvin Harris o filósofos como Unamuno en su día), o tampoco se ocupa del arte o la música o la danza (a pesar de enorme papel catártico en todas las culturas). Tampoco se ocupa de la literatura, ni permite explicar algo tan sencillo como el sentido del humor. Ya no digamos entrar a analizar un período histórico determinado o una cultura particular (por no decir los fenómenos religiosos). Y sin embargo, nada más obvio de lo que la psicología debería dar cuenta, pues todo ello procede de lo que llamamos mente. La psicología contemporánea tiene un clarísimo déficit.

    Bruner pone como un clarísimo síntoma de la existencia de un grave problema en la psicología es que es una de las pocas ciencias cuyas teorías no se difunden en el sentido común. Esto no ocurre en otras ciencias: todos más o menos lo que ocurre cuando tenemos catarro; sabemos lo que son las células madre, la teoría del ADN o la de la evolución. Se sabe incluso lo que decía Einstein, aunque muy pocos lo entiendan.

Woody Allen, por ejemplo, trata mucho el psicoanálisis



     Pero de la psicología, las únicas teorías que han traspasado la barrera del sentido común son las psicoanalíticas. ¿Por morbosidad de la gente? Puede, pero también estoy seguro de que en ello influye que el sistema de Freud es útil a la gente para explicar lo que siente. El término ''inconsciente'' ha pasado a formar parte de la terminología cotidiana. Pero a nadie se le ocurriría decir que necesita argumentos para acallar su disonancia cognitiva, ni que siente ansiedad porque tiene un locus de control externo, ni que tiene unos esquemas excesivamente rígidos, ni que prefiere hacer atribuciones externas para no sentirse culpable. Todo lo más que puede hacer el modelo del procesamiento de la información es hacer descripciones, y resulta que el sentido común, digamos, la psicología desarrollada por el común de la gente, partiendo de su intuición, supera a la psicología científica.

    Pues bien, el problema que tiene la psicología hoy en día es que es incapaz de explicar eficazmente lo que le ocurre a la gente, hasta tal punto que las explicaciones que nuestra cultura desarrolló por sí misma funcionan mejor que las que desarrolla la disciplina científica. Esto es muy grave. La psicología debería ser cuna de las teorías más a la vanguardia del ser humano, debería ser el centro de atención a la hora de explicar los fenómenos históricos con rigor, los acontecimientos políticos, las revoluciones sociales, las corrientas artísticas, las configuraciones urbanas. Todo ello es comportamiento, y ¿qué ciencia va a estudiar esto si no es la psicología?

    La psicología es muy útil en algunos campos, y funciona con eficacia: psicología de las organizaciones, psicología escolar; y, la que tal vez sea la parte más famosa, la psicología clínica. También estudia algunos procesos sociales y hasta políticos, pero lo que quiero exponer aquí es que ni por asomo se aproxima al alcance que puede llegar a tener. Voy a poner un ejemplo de la psicología social para ilustrarlo.

    Para explicar el fenómeno de la persuasión, dos psicólogos, Petty y Cacioppo, proponen que un receptor del mensaje puede procesar los argumentos por dos vías: una central, cuando muestra suficiente interés (o motivación) y tiene suficiente capacidad (pongamos, suficiente formación en el tema); y otra vía central, cuando no tiene motivación o capacidad. Cuando se procesa por la vía central, el mensaje se analiza con más profundidad, puede dar lugar a ''un cambio de actitudes'' y se almacenará en la memoria más duraderamente. Cuando va por la vía periférica, en cambio, como se atiende en menor medida, el sujeto es más vulnerable a dejarse influir por la apariencia externa del mensaje, a tratar de precategorizarlo y así, procesarlo más superficialmente.

      Bien, parece un modelo coherente. Una persona que no conociese este modelo diría sencillamente que cuando algo te parece interesante, pones atención, y cuando no, no. Por ejemplo, si eres rico, no quieres oír nada de que se agotan los recursos energéticos, puesto que tú estás feliz en tu ''burbuja''. Esto último ya excede un poco el modelo. Si además añadimos que el que el emisor del mensaje lleva rastas y tiene una apariencia de naturalista, y que ya sólo por ello el receptor prefiere hacer oídos sordos, el modelo queda ya totalmente desbordado. Ya no digamos si tratamos de explicar porque hay otros ricos que sí que escuchan este mensaje (extrañamente, no se me ocurre ningún ejemplo de un rico que pueda encajar aquí, pero alguno ha de haber), o porqué esto ocurre ahora pero no en los años 20. La psicología popular explica el comportamiento aludiendo sencillamente a los motivos que mueven a las personas; a sus razones.

    Parece que los modelos psicológicos que se crean en el marco de la teoría del procesamiento de la información, el cual es el paradigma dominante hoy en día, se ven obligados a complicarse reduciendo el alcance de los modelos. Es muy difícil encontrar en este marco una teoría que realmente permita entender mejor algún fenómeno del comportamiento de lo que lo haga la psicología intuitiva. Parece que la psicología científica trata de someterse a unas restricciones a las que antropólogos o filósofos no se someten. Ellos pueden hablar libremente de lo que parece que ocurre, tratar de comprenderlo y exponerlo en sus teorías. Los psicólogos no. ¿Y porqué? Pues bien, aquí es donde entra Jerome Bruner y su libro ''Actos de significado''.
Bruner (1915) es ya un gran veterano de la psicología

    Este autor propone que sucede por nada más y nada menos que la influencia del positivismo. La necesidad de inferir constructos que deben quedar empíricamente respaldados impide a la psicología crear teorías como lo hacen los antropólogos y filósofos, que pueden aludir abiertamente a las razones por las que las personas hacen lo que hacen. En mi opinión, los psicólogos debemos revisar estos supuestos si queremos una ciencia realmente capaz de explicar todas las variedades del comportamiento, y debemos aspirar a tratar el significado que las personas atribuyen a sus actos, que es lo que verdaderamente explica el comportamiento.

    El comportamiento no está regido por unas leyes generales y objetivas, sino que las personas hacen lo que hacen por  unos motivos construidos culturalmente. Son motivos subjetivos, sí, pero reales, y la psicología debe estudiarlos. La psicología debe ser una ciencia de los actos de significado, y poder estudiar así el papel que en el comportamiento desempeñan los géneros de teatro, la danza, los rituales de cada cultura y el largo etcétera que se deja en el tintero.