Mostrando entradas con la etiqueta Personalidades. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Personalidades. Mostrar todas las entradas

sábado, 12 de noviembre de 2011

El onírico mundo de Dalí (2)

 Figuras humanas con cajones
en La jirafa en llamas
  Ahora toca abordar los dos puntos más interesantes de este artículo: Dalí y Freud, y La ciudad de los cajones, la obra con la que me animé a escribir este artículo. Pero debo hacerlo rápido, porque últimamente en la carrera contra el tiempo, éste me pisa los talones, y el ahora puede convertirse en antes pero yo seguir en el ahora.

  Sigmund Freud es el célebre psiquiatra que hipnotizaba a sus pacientes, le preguntaba a las histéricas por la vida sexual y a los niños, que no sabrían responder, les analizaba los sueños para concluir que aunque no se les podía calificar de neuróticos todavía, lo serían de mayores.

  Tal vez sea más célebre por su integradísimo sistema filosófico, que comprende una concepción completa del ser humano, la cultura, la mente, los sueños, la psicopatología, el desarrollo humano, etc., e inició esas tradiciones de análisis de los indicadores encubiertos que nos dan acceso directo al subconsciente, el supuesto determinante último de nuestros actos e intereses: el análisis de los sueños, de los gestos, de la letra, de la firma, de los dibujos, del sentido del humor, de lapsus linguae, del juego en los niños pequeños, de las manías, las interpretaciones de manchas ambiguas cómo las del test de Rorschach... Vamos, que no dejó títere con cabeza.

  El Psicoanálisis, la corriente de la psicología que él fundó, fue en buena medida inspiradora de la corriente del surrealismo. Los poemas surrealistas se valían del método de la libre asociación de palabras (consiste en que, a partir de una palabra, debes decir seguidamente todas la que te vengan a la cabeza; este sería otro de esos indicadores encubiertos), y Dalí, que se autodefinía cómo el mesías del surrealismo pictórico, también ingenió un método para buscar la inspiración: el método paranoico-crítico.

  Dicho método permite salir al exterior las conexiones irracionales que pueda haber entre objetos, ocultas en la mente. De ahí salen esas figuras de doble interpretación tan propias de Dalí, y esas conjunciones tan extrañas como relojes blandos en una rama seca, jirafas ardiendo o una chica desnuda que se puede abrir en cajones. Aunque este método fue muy aclamado por otros surrealistas como André Bretón, y tiene muchas aplicaciones -cualquier actividad artística o creativa-, tiene algunos inconvenientes: las conexiones irracionales que te vengan a la cabeza a veces pueden ser inoportunas para exhibir públicamente, y además, para Dalí, ''el método no funciona si no se posee un motor blando de origen divino, un núcleo viviente, una Gala -y sólo hay una-.'' Afortunadamente para el artista, nada de eso era un obstáculo: estaba casado con Gala y no tenía problema alguno en exhibir las ocurrencias más delirantes públicamente, cómo podemos comprobar en El Gran Masturbador.
Según Dalí, el cráneo de Freud era un
caracol y su cerebro una espiral
que había que sacar con una aguja

  Pues no sólo resulta que estos dos personajes -Freud y Dalí- se llegaron a conocer, sino que además cada uno dejó un testimonio personal acerca de qué le había parecido el encuentro.

  Freud:
  ''Hasta ahora me inclinaba a pensar que los surrealistas, que parecen haberme elegido como santo patrón eran unos locos absolutos (pongamos que el 95% como el alcohol). Pero el joven español, con sus ojos cándidos y fanáticos y su innegable maestría técnica me ha sugerido otra apreciación y a reconsiderar mi opinión (...). Hay allí, en todo caso, serios problemas psicológicos.''


  Dalí:
Freud también tenía sus cajones.
''Debía verme con Freud, finalmente, en Londres. Me acompañaban el escritor Stephan Zweig y el poeta Edward James. (...) Contrariamente a mis esperanzas, hablamos poco, pero nos devorábamos con la vista. Freud sabía poco de mí, fuera de mi pintura, que admiraba, pero de pronto sentí el antojo de aparecer a sus ojos como una especie de dandi del ''intelectualismo universal''.
  Supe más adelante que el efecto producido fue exactamente lo contrario.''


  Yo:
  No sé quién está peor. Ambos eran megalomaníacos, lo cual no necesariamente tiene porqué estar unido al hecho de ser un genio o no. Sin embargo yo creo que se me haría más incómodo hablar con Freud, ya no sólo porque al hablar lenguas distintas no podríamos entendernos, sino porque, por lo que tengo visto acerca de su forma de ser, me da la impresión que era de esas personas que te miran  pensando algo sobre ti que no está dispuesto a compartir contigo, cómo si fueras un animal de curioso comportamiento, no cómo a un igual. Mi experiencia me dice que estos individuos, que tratan de sentirse con el control de la situación, pretendiendo que sólo sea un juego, son individuos que temen precisamente perder el control del entorno, pretenden catalogar a la persona para que así deje de suponer un miedo, lo cual encaja con buscar esos determinantes del comportamiento fuera de la conciencia, y subestimar e incluso ignorar las intenciones voluntarias y conscientes de su interlocutor.

  En efecto, muchos de los amantes del psicoanálisis se dejan seducir por esta ilusión de control que estas teorías le proporcionan, y este tipo de persona se ha llegado a convertir, por desgracia, en un estereotipo del psicólogo clínico: el señor de traje que mientras le cuentas tus preocupaciones, pone una cara, apunta algo y te sigue mirando. Pero esta personalidad desde luego no sólo son psicoanalistas, ni tampoco todos estos encajan con esta forma de ser. Yo tenía una amiga que se resistía a ir a un psicoterapeuta a pesar de sus problemas anímicos porque se imaginaba esa situación. La verdad, hace tiempo que no hablo con ella...

  ¡Está bien! Freud decía que Darwin le había asestado un golpe al ego de la humanidad al afirmar que el ser humano era un animal más y que era pariente de los primates; y un segundo golpe al ego sería el de afirmar que no somos totalmente dueños de nuestros actos, sino que estamos muy influidos por procesos inconscientes, culturalmente inaceptables.

  Y Dalí decía que ''la única diferencia entre la Grecia inmortal y los tiempo contemporáneos es Sigmund Freud, quien descubrió que el cuerpo humano, puramente platónico en la época de los griegos, está ahora lleno de cajones secretos que sólo el psicoanálisis es capaz de abrir.''

  El psicoanálisis es un duro golpe para el racionalismo, que sobreestima la voluntad y el conocimiento, no escapando nada al escrutinio del yo. Con el psicoanálisis aparece la idea de que tal vez los motivos que nos mueven a veces están ocultos a nosotros mismos; son inconscientes.

  Y, en 1936, Dalí nos lo dice así:





  La Ciudad de los Cajones nos muestra una mujer a la que se le han abierto unos cajones por todo el cuerpo, esos cajones dónde se ocultan lo que realmente motiva su comportamiento, pero que trata de ocultar para sí misma habitualmente.

  Yo no estoy de acuerdo con el determinismo, y el psicoanálisis freudiano es una cierta forma de determinismo; este es el fondo de la cuestión. Por eso se opone el psicoanálisis al racionalismo, porque este nos dice que la persona decide su destino, que es dueña de su voluntad y de sus actos. Y por eso a algunos les tranquilizan las predicciones que hace el psicoanálisis: son seguras, inamovibles; son determinantes.





 Pero, si ni el racionalismo ni el determinismo, ¿entonces qué? ¿Cómo soluciono ahora ese enfrentamiento entre ambos planteamientos? ¿Cogeré un poco de uno y un poco de otro? ¿O me echaré atrás y me quedaré con uno de ambos? Eso debía haberlo pensado antes de ponerme a analizar la filosofía subyacente a la obra de Dalí y el psicoanálisis; ahora no me queda más que salir de este lío en que me he metido.

sábado, 5 de noviembre de 2011

El onírico mundo de Dalí (1)

Salvador Domènec Felip Jacint
Dalí i Domènech
  ''La única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco''. Sólo un genio sería capaz de sorprendernos con tan agudo razonamiento, y ese sólo podía ser Salvador Dalí, quién ya ha aparecido mencionado en algún otro artículo (véase ''Que se haga la luz: el insight'').

  Para reunir información sobre el autor recurrí a un libro tan grande que dije: ''Lo que no hay aquí no existe.'' Pero resultó estar pensado para eruditos en arte, y con ''erudito'' me refiero a de catedrático para arriba. De modo que recurrí a mi padre, que siempre lo sabe todo, y él se limitó a decirme ''No le busques la lógica; déjate llevar por la poética.''

  Cómo ni mi padre ni aquel temible libro estaban dispuestos a ayudarme, tuve que resignarme a hallar consuelo en internet, y mamá wikipedia acudió a socorrerme.

  Salvador Dalí nació en octubre de 1901, pero a los tres años murió por un catarro gastroenterítico infeccioso, por lo que decidió volver a nacer 9 meses después, en 1904. Al menos eso creía el Dalí que conocemos; otros afirman que sus padres decidieron ponerle el mismo nombre al nuevo hijo que el que acababa de fallecer.

  Cómo buen genio que era, mostró ser muy precoz en su habilidad artística: a los 12 años comenzó a hacer dibujos en carboncillo, a los 15 colaboró en una revista de estudiantes publicando escritos sobre pintores célebres y a los 18 entró en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid.

  Pero un año antes de eso recibiría un duro golpe: el fallecimiento de su madre por cáncer de mama. Para él, en sus propias palabras, supuso ''perder el ser con el que contaba para hacer invisibles las inevitables manchas de mi alma''. Su padre después de eso, se casaría con la que antes era su cuñada; la hermana de su mujer.

  En la universidad conocería a otros grandes artistas cómo lo son Luis Buñuel, autor del cortometraje en el que le cortan un ojo a alguien con una navaja de afeitar, más conocido como ''Un chien andalou'' (''Un perro andaluz''), al célebre poeta Federico García Lorca, quien, según parece se interesó por Dalí para algo más que amistad y éste tuvo que darle calabazas (metafóricamente hablando) y otros futuros artistas.

  La personalidad de Dalí es singular, al igual que sus obras. Ambos son combinaciones muy nuevas: la excéntrica forma de ser del personaje sólo era igualada por sus obras. En una conferencia que dio él mismo, acudió con una escafandra, incluso con casco, que se tuvo que sacar para respirar en algunos momentos. Anécdotas sobre Dalí hay a patadas, al igual que pinturas, obras, dibujos, decorados para películas, y un largo etcétera.


  La que tal vez sea su obra más famosa la hizo con 27 años: la Persistencia de la memoria, o Los relojes blandos. Este fue el cuadro a través del que le conocí yo, cuando solo era un yogurín. Es el resultado del método de búsqueda de inspiración de Dalí (método paranoico-crítico) y una indigestión de queso Cambembert.



  Es un cuadro muy sugerente: los relojes derritiéndose, los insectos, saliendo de ellos, el árbol seco sobre esa especie de mesa perfectamente pulida, esa extraña forma en el suelo, la playa, el mar en calma, la otra superficie pulida al fondo, los acantilados... Todo ello con esa línea tan precisa y tan limpia que caracteriza la obra de Dalí y que le da un toque más onírico si cabe.

  El paisaje del fondo es la bahía de Port-Lligat, dónde el pintor vivía con su esposa Gala, y se ha sugerido que esa extraña forma del suelo era un autoretrato. De los relojes blandos es sobre lo que más se ha especulado.

  De todas las interpretaciones, con la que me identifico es la del rechazo del tiempo lineal y determinista, un molde dónde se pueden ir encajando los sucesos unos detrás de otros, concepción que viene representada por los relojes, y rechazo que el autor simboliza derritiéndolos. La concepción lineal del tiempo es determinista porque hay una cadena predefinida de sucesos que tendrán lugar, sin más, lo cual lleva a la predestinación. La persona es espectadora de dicha cadena sin poder evitarlo, sin poder intervenir.

  Pero Dalí nos habla de una nueva concepción, que se corresponde con la de la Relatividad de Einstein: el tiempo no es algo distinto de los fenómenos que ocurren, es una forma abstracta de referirse al período ocupado por eventos, pero que sin dichos eventos no puede existir. Por eso al día siguiente de una noche de juerga el día nos pasa más rápido: estamos atontados, funcionamos más despacio y no tenemos energía para pensar en muchas cosas, con lo que, al atender a menos cosas, nuestro alrededor, que sigue funcionando a la velocidad de siempre, nos parece que transcurre más rápido.

  Cuando me lo paso bien con alguien suelo decir que ojalá tuviera un brebaje que nos haga funcionar más rápido para poder vivir mucho más en el mismo periodo de tiempo. Cuando quiero que el tiempo pase de una vez, sé que cuanto más entretenido esté, más rápido pasará, así que cojo mi blog y empiezo a escribir.

  Por eso a veces enfoco el día a día como una carrera contra el tiempo, y él me gana cuando parece que es muchísimo, pero yo le gano cuando me concentro en mi objetivo, y me mantengo tan ocupado que, cuando en ocasiones echo un vistazo, descubro que las semanas transcurren vertiginosamente.

  Aún quiero sacarle más partido a la obra de Dalí, así que en mi próximo artículo comentaré la relación entre Dalí y Freud, el método paranoico-crítico diseñado por el artista, y algún cuadro más como La Ciudad de los Cajones.

domingo, 23 de octubre de 2011

Steve Jobs: vida, obra y muy especialmente filosofía

  ''La muerte posiblemente sea el mejor invento de la vida'', decía el hombre que vemos en la foto. Esta frase refleja toda la filosofía con la que Steve Jobs afrontaba cada día, y que le llevó a inventar aparatitos que revolucionaron la forma de vivir hoy en día y llevar adelante una empresa que en 35 años revolucionó la forma de entender los aparatos electrónicos y con ellos, nuestra vida cotidiana: Apple Incorporation.

  Steven Paul Jobs nació el 24 de febrero de 1955 en San Francisco. Sus padres biológicos eran universitarios cuando le tuvieron, por lo que le dieron adopción a una pareja de clase media: Clara y Paul Jobs, quienes ya tenían una hija llamada Patty. 

  A los doce años se une a un club donde ingenieros informáticos muestran sus inventos a los jóvenes, y allí vería su primera computadora. Le dejó tan impresionado que decidó dedicarse a los ordenadores, y así a los 20 años montaría Apple Computer en el garaje de su casa, junto con Steve Wozniak, ingeniero informático y amigo que Jobs conoció en este club.

  Los cambios vendrían rápido; la empresa de Apple crecería rápidamente de una empresa desconocida que vendía unos pocos ordenadores a darse a conocer en la Feria de Ordenadores de San Francisco en 1977 (dónde se cruzaría por primera vez con Bill Gates, director de Microsoft y Windows), contratar al director ejecutivo de Coca-Cola, John Sculley (diciéndole ''¿Quieres vender agua azucarada el resto de tu vida o quieres hacer historia?'') y hasta sacar el primer Macintosh, el primer ordenador con interfaz gráfica de usuario y ratón, idea que inicialmente era de la compañía Xerox, aunque solo Steve Jobs supo ver su potencial y comprarla, revolucionando así el mercado de la electrónica.
Steve Jobs de joven

  Anunció el ordenador con el célebre spot dirigido por Ridley Scott. Este modelo tuvo mucho éxito: todos los ordenadores posteriores se basaron en ese modelo, incluidos los de Microsoft, debido a aquel polémico incidente en el que Bill Gates también aprovechó la idea de la interfaz de usuario y del ratón, discusión entre dos grandes de la industria informática que no se solucionaría hasta 1997. De hecho, el ordenador  desde el que usted está leyendo este artículo existe gracias a aquel primer Macintosh; gracias a Steve Jobs.

  Pero no todo era dinero y triunfo en la vida de Jobs: la chica con la que salía de joven, Arlenne Brennan, se había quedado embarazada de él, y tuvo una hija que Jobs no quería reconocer como suya, tal vez porque le recordaba a su propia situación y sus inciertos orígenes. Además, en la compañía comenzó a haber una cierta divisón interna que Jobs no se molestaba en enmendar, lo cual llevó a la dimisión de Steve Wodniak, que había estado desde el principio con Jobs; y la relación con el que se suponía que era uno de sus mejores empleados, Sculley (mencionada líneas arriba), comenzó a deteriorarse, hasta el punto de que tres meses después de que Steve Jobs cumpliera los 30 años, fuera despedido de Apple, la compañía que él mismo había creado.

  Él mismo admitiría sentirse totalmente acabado y sin esperanzas, pero pronto lo vio como una nueva e inmejorable oportunidad, y a partir de ahi sí que empezó a salir adelante de forma continua y definitiva: creó Pixar, la empresa de animación de la que saldría Toy Story, y posteriormente la empresa de ordenadores NeXT Computer, que sería adquirida por Apple en 1997, volviendo así a la empresa con el objetivo de salir de la crisis en la que se había sumido. Para entonces ya había normalizado por completo las relaciones con aquella primera hija, Lisa, y ya se habría casado con Laurenne Powel, la mujer con la que compartiría el resto de su vida.

Aquí se aprecia el atuendo
que vestía siempre Jobs, en una de sus
 célebres presentaciones
  El ascenso de Apple desde que Jobs volviese a la empresa sería imparable: sacarían iTunes, la mayor tienda de música del mundo, los ordenadores Mac, con una fama que realmente se han ganado, los iPod, iPad y el iPhone, en cuyo primer modelo, sólo en las primeras 30 horas tras el lanzamiento, vendieron 270.000 unidades en EE.UU. Todo esto catapultó a la compañía a ganar, desde 1997 (cuando Jobs vuelve a la empresa) hasta 2009, 150.000.000.000 $ más en el valor de bolsa de Apple, con lo que eligieron a Steve Jobs el director ejecutivo del año según la revista Harvard Business Review. Pero no acaba aquí: sí en 2009 no se contaba entre las 50 empresas de mayor capital del mundo, en 2011, con 309.000 millones de dólares de capitalización, supera a la petrolera Exxon y se convierte en la empresa de mayor capitalización del mundo.

  Con todo, Steve Jobs nunca fue muy amigo de ostentar: se contentó, al menos en los años posteriores al regreso a Apple, con un sueldo de un dólar al año, obteniendo todo su dinero de las acciones que poseía en bolsa, y siempre vestía la misma ropa: deportivas blancas, vaqueros y una chaqueta negra de cuello alto, aunque también lo hacía por no complicarse y por su imagen personal.

  Pero lo que me impulsa a escribir este artículo no es su retahíla de éxitos ni sus peculiaridades, sino algo un poco más funesto: en 2009 se sometió a un trasplante de hígado por un cáncer de páncreas que ya le había sido detectado en el 2004. La amenaza de la muerte le inspiró al emotivo discurso que daría en la Universidad de Stanford, y finalmente renunciaría por completo a su cargo el 17 de enero de 2011. Falleció hace menos de un mes, el 5 de octubre.

  Lo que me impulsa a escribir este artículo es que tras su muerte, queda patente su admirable forma de ser. Supo redirigir su vida y superar todos y cada uno de los retos que se planteó, cómo dijo Steve Wodniak.

  ''La muerte posiblemete sea el mejor invento de la vida''. Con eso nos quería recordar que nuestro tiempo es limitado, y eso no debe desanimarnos, sino al revés; debe motivarnos para buscar qué queremos y esforzarnos con todas nuestras fuerzas por lograrlo.

  ''Tened el coraje de seguir a vuestro corazón y vuestra intuición. De algún modo ellos ya saben lo que tú realmente quieres ser.'' Y es que, Steve Jobs, antes que hablarnos sobre llevar empresas a la gloria o cómo hacer interfaces realmente elegantes, nos habla sobre encontrarnos a nosotros mismos y realizarnos, llevar a cabo nuestras ideas, planes y proyectos. Steve Jobs, antes que nada, y a pesar de no haber sabido ser siempre la mejor persona o el mejor padre nos habla sobre el fin último de todas nuestras empresas y proyectos; nos habla sobre el arte de ser felices.

  Porque si tenemos una filosofía, un gran empresa, una gran suma de dinero, o los aparatitos más avanzados del mundo, no nos vale de nada si no nos da aquello que buscamos con todo esto: la felicidad.

  El siguiente texto de un anuncio de la marca de vaqueros Levi's expresa esta filosofía:
  ''Cuando todo esté dicho y hecho, ¿habrás dicho y hecho bastante? ¿Te habrás dejado llevar durante todo el camino o habrás forzado el recio timón del destino? Cuando te vayas de este mundo, ¿lo habrás dejado mejor que cuando llegaste? Lo único que necesitas es lo que ya tienes: tu ingenio y tu ropa que te cubra. Tu epitafio está por escribir, tu herencia está por hacer, lánzate...''

  Si Steve Jobs nos ha dejado alguna herencia, es desde luego, su actitud ante la vida. Este artículo va dirigido a todos aquellos que también le admiraban.


Para saber más sobre Steve Jobs, recomiendo ver la película Piratas de Silicon Valley y su discurso en la universidad de Stanford (el vídeo que stá encima de este texto). En poco tiempo se publicará una biografía oficial sobre su vida. También es interesante el spot publicitario del lanzamiento del Mac en 1984, que hace referencia al libro del mismo nombre.