lunes, 21 de junio de 2021

Mi Primer Año en Geografía e Historia


Este año he empezado a estudiar Geografía e Historia por la UNED. Concretamente, Geografía Humana, Geografía Física, Prehistoria e Historia Antigua. Aquí te doy una overview de lo que he aprendido.

He escrito este texto completamente de memoria, consultando solamente la fecha en que vivió Tutankhamón, así que no te recomiendo que te tomes muy en serio lo que leas aquí.


El ser humano es un homínido, un grupo de los mamíferos que tiene el mismo antepasado que los chimpancés y otros primates. Este grupo surgió más o menos hace demasiado tiempo como para que nos podamos acordar de la fecha, pero por darte una cifra, ponle que ocurrió a medio camino entre nuestra era y el fin de los dinosaurios, por tanto, hace unos 35.000.000 años. Estos homínidos surgieron, al parecer, en el este de África, en las actuales Tanzania y Etiopía. El motivo de su surgimiento se relaciona con el aislamiento de poblaciones por la desertización y las cadenas montañosas. El caso es que empezaron a andar sobre las patas traseras y esto pudo ocasionar la liberación de las manos, con las que empezaron a experimentar y a manipular el entorno.


La primera especie que se lanzó a explorar todo el mundo fue Homo Erectus. Se trata de una especie que tenía carácter migratorio, y se extendió por toda África, cruzó por el Sinaí a la Península Arábiga y de ahí, rodeando el Mar Negro llegaría a Europa y a toda Asia. Homo Erectus ya sería capaz de crear unos primeros instrumentos de corte a base de cantos rodados de sílex (un tipo de piedra) que, partidos, generan unas aristas muy cortantes.


Pero no es del Homo Erectus de quien venimos los Homo Sapiens. O mejor dicho, no lo sabemos. Pero parece que en algún punto, alguna población de Homo Erectus por aislamiento o presión evolutiva del entorno dio lugar a varias especies nuevas. Estas especies eran capaces de representarse elementos del entorno, esto es, re-presentarse. Imaginar cosas que no estaban presentes. Sabemos esto porque podemos observar los restos de útiles que acompañan los huesos en múltiples yacimientos y observar que las cadenas de pasos que utilizaban para crearlos eran sistemáticas y requerían buscar específicamente algo para un fin. Por ejemplo, se iban de paseo y reunían todas las piedras de un mismo tipo que podían, con algún fin en mente.


Estas especies podemos llamarlas, sin complicarnos mucho la vida, ‘’inteligentes’’. Sabemos por los menos de la existencia de 3 especies: homo sapiens, homo denisova y homo neanderthalensis. El primero habría surgido en África, no sabemos si en el conjunto de África o en una zona concreta; el segundo es propio de Asia y el tercero es propio de la Península Europea. Si a día de hoy nos encontraramos con miembros de estas 3 especies (esos homo sapiens aún tienen ligeras diferencias con nosotros), aparte de que son algo más pequeños, o más corpulentos, más peludos o con la mandíbula más prominente, básicamente nos sentiríamos más delante de un humano que de un animal. En general, se considera que estas 3 especies eran seres humanos.


Sin embargo, por razones que desconocemos, solo una ha llegado hasta nuestros días: el homo sapiens. Se ha especulado con que el homo sapiens llevó a cabo una masacre de los neandertales, pero tal cosa no está probada. Puede que hubiera peleas entre grupos, pero no un genocidio planificado a gran escala.


El homo sapiens más antiguo que conocemos tiene unos 300.000 años de antigüedad, pero aún evolucionaría hasta parecerse más a nosotros, a tener la mandíbula más pequeña, la zona prefrontal más desarrollada y menos pelo.


Homo sapiens era básicamente un cazador-recolector nómada. Vivía de cazar animales salvajes pequeños, como pequeños mamífieros, peces, o de cazar grandes animales como los mamuts. La fauna que había entonces correspondía a la de un clima más frío, el de las últimas glaciaciones. Los casquetes polares llegaban mucho más lejos que hoy en día; en el hemisferio norte llegaban prácticamente hasta el norte de Gran Bretaña, norte de la actual Alemania… El clima en general era mucho más frío, y en contra de lo que se pueda pensar, más seco, y por tanto, más duro en muchos sentidos.


Todo cambió cuando hace unos 10.000 años el clima se volvió más benigno en toda la tierra. No ocurrió exactamente a la vez en todas las regiones, pero grosso modo se considera que en ese momento entramos en una nueva etapa climática con temperaturas más altas y mayor humedad. Básicamente, las diferentes regiones del planeta comenzaron a tener el clima que tienen actualmente. No sabe exactamente cómo ocurrió pero parece que a raíz de este contexto climático más benigno los seres humanos comenzaron a ser menos nómadas y más sedentarios. Empezaron a mostrar la tendencia a vivir en campamentos semipermanentes cuando encontraban zonas fértiles y con alimento, como por ejemplo las orillas del Danubio.


Se denomina a esta fase a medio camino entre la vida nómada y la sedentaria ‘Mesolítico’, porque está a medio camino entre el Paleolítico, que es todo lo que hemos visto hasta ahora, y el Neolítico, que es lo que estamos a punto de ver.


El caso es que poco a poco los seres humanos fueron encontrándose más a gusto quedándose de manera más y más permanente en los mismos lugares, y fueron experimentando con diferentes materiales y perfeccionando las técnicas de creación de sus hábitats.


Surgieron así los primeros poblados, grupos de casas permanentes hecha de adobe, barro cocido mezclado con paja. Los poblados más antiguos de los que se tienen constancia están en Oriente Medio o Suroeste Asiático, como prefieras llamarlo. Es la zona de las actuales Siria, Irán, Turquía y Arabia. Pero también surgieron poblamientos en China, India y América. Es lo que se denomina Neolítico.


Sobre esta parte tengo que decir que la carrera presta una atención desmesurada a lo que ocurre en Europa y obvia lo que ocurría en el resto del mundo, lo que impide tener una visión de conjunto, pero vamos a seguir con nuestra visión general.


El caso es que con la sedentarización sobrevinieron una serie de cambios concatenados en muchos ámbitos, y es difícil decir cual antecede a cual. Se denominan ‘el package neolítico’, como si de un pack de expansión descargado de internet se tratase:


  • Aumento demográfico: las nuevas formas de vida aumentaron la natalidad y redujeron la mortalidad. Nacían más humanos y morían menos.
  • Agricultura: se empezó a manipular la semilla de plantas como el trigo en Oriente Medio, arroz en Sureste Asiático y maíz en Centroamérica.
  • Ganadería: también se empezó a controlar a algunos animales para mantenerlos, cuidarlos y controlar su natalidad según conveniese, utilizándolos como fuente de alimento u otros usos instrumentales. Se trata de las primeras especies domésticadas: ovejas, vacas, cabras, perro.
  • Urbanización: aparecen los primeros poblados, cada vez con mayor organización interna entre calles, un centro, un edificio central…
  • Jerarquías sociales: encontramos, a raíz de analizar las tumbas, indicios de jerarquías sociales, de clases dirigentes y de grandes tumbas construidas para unos pocos, mientras que la mayoría era enterrada en tumbas comunes


Pero esto era solo el principio de una concatenación de cambios y progesos técnicos. Una de las grandes innovaciones técnicas que aparece en este momento es la cerámica. Hasta ese momento, para beber, almacenar o transportar comida había que servirse de lo que había en la naturaleza. Era muy difícil, por ejemplo, hacerse un cuenco para tomarse una sopa, o poner la comida en un sitio para cocinarla. La comida ya se cocinaba manteniéndola cerca del fuego, pero con la cerámica aparecen formas mucho más eficientes de cocinarla poníendola toda junta. 


Además, gracias a la cerámica se podía almacenar fácilmente el grano obtenido de las cosechas y racionarlo, guardarlo para el invierno o transportarlo a almacenes comunitarios.


Pero, como digo, esto no era más que el principio. Pronto comenzaron a surgir formas más elaboradas de estructuras sociales, que ya no eran simples comunidades, sino auténticas ciudades estado donde no necesariamente todos se conocían entre sí directamente. Se va pasando así de una organización familiar, de clan o tribal a una organización proto-estatal, con uno o varios dirigentes, personas con funciones específicas en la comunidad: pastor, administrador de reservas de comida, vigilante, constructor…


Para una mejor contabilización de los recursos empezaron a fabricarse sellos de cerámica que informaban de lo que había dentro de las vasijas. Eran símbolos que tenían un significado conocido socialmente. Era el nacimiento de la escritura. Este hito marca el paso de la Prehistoria a la Historia. Esto significa que esta separación en etapas no es cronológica, sino tecnológica. Las culturas y grupos humanos ‘entran’ en la Historia cuando empiezan a hacer uso de la escritura. 


Esta diferenciación se hace porque los grupos que no tienen escritura solo podemos estudiarlos mediante arqueología (es decir, excavando y analizando los restos materiales que encontramos), mientras que los que sí tienen, podemos acceder a sus escritos para conocer su propia versión de los hechos. Sin embargo, esta diferenciación no se corresponde con la realidad, y durante varios miles de años hay culturas que estudiamos desde la arqueología y desde la Historia al mismo tiempo. En Europa, es el caso de las culturas de la Edad Antigua: Mesopotamia, Egipto, la antigua Grecia y la antigua Roma.


En Mesopotamia fue donde primero empezaron a verse esos sellos que veíamos arriba. Poco a poco fueron enriqueciéndose hasta crear tablas de barro donde hacían endiduras para escribir sobre ellas números o símbolos, principalmente con una función de contabilizar recursos como las cosechas.


Mesopotamia se llama así porque es la región que está entre dos grandes ríos: el Tigris y el Éufrates, que se unen justo en su desembocadura en el Golfo Pérsico. Lejos de ser una región con unidad cultural, había múltiples ciudades estado que fueron desarrollando reinos y algo parecido a lo que nosotros llamamos ‘estado’. La más antigua fue la cultura Sumeria, muy cerca de la desembocadura de estos ríos. Se remonta al III milenio a.C. Luego estuvo el Imperio Acadio, donde se hizo famoso el rey Sargón. Conocemos a estos reyes por escritos que se harían recopilando a estos reyes y reinos, seguramente a partir de recopilaciones más antiguas que no nos han llegado. Estos escritos se habrían ido almacenando en las importantes bibliotecas y centros de poder como Babilonia, a donde llegarían los griegos y por ende los romanos. Al final, griegos y romanos han sido quienes han permitido que lleguen los escritos que tenemos de esta época.


Pero bueno, más reinos que hubo en esa zona son el de Babilonia, donde estaba Hammurabi, el Asirio, que tiene fama de ser terrible y cruel, y ya en el milenio I a.C. el Imperio Persa Aqueménida, que se enfrentaría con los griegos.


Cerca de Mesopotamia estaba Egipto, un reino rodeado de desierto y construido a lo largo de uno de los ríos más grandes del planeta: el río Nilo. El Nilo definía las estaciones del año del calendario egipcio: época de inundación, con la crecida del río; época de siembra, cuando el río se retiraba y dejaba un fértil limo negro; y época de recogida, cuando se recogía lo sembrado después de que creciera.


Creo que a día de hoy la admiración por Egipto no alcanza el nivel que debiera. En una época en que estaban surgiendo las primeras organizaciones supra-urbanas o proto-estatales, este gran territorio estaba unificado bajo una misma organización sociopolítica, y así se mantuvo durante 3.000 años hasta que pasó a ser una provincia romana. Los faraones más célebres que conocemos, como Keops, (el que construyó la Gran Pirámide, del siglo XXII a.C.), Tutankhamón (siglo XIV a.C.) o Cleopatra VII (la Cleopatra famosa, del siglo I a.C.) estaban separados entre sí por más de mil años, y en todo ese tiempo se mantuvo la unidad política de este reino. Piensa en lo lejano que nos resulta a nosotros por ejemplo los reinos árabes medievales en la Península Ibérica; pues los árabas se fueron hace solo 500 años, ¡y esta gente estuvo 3.000 años por allí campando!


Pero los que realmente lo petaron fueron los griegos. En realidad, llamarlos griegos es completamente inadecuado, porque en aquel entonces no tenían unidad política y solo cercanía cultural, aunque sí una lengua común. Pero las poblaciones que habitaban el actual país de Grecia acabaron conformando un conjunto coherente y unificado hacia el siglo III a.C., tras las conquistas de Alejandro Magno.


Antes de eso, sin embargo, en Grecia lo que había eran múltiples ciudades-estado, de las cuales, las que mejor conocemos son Esparta y especialmente, Atenas, que durante mucho tiempo fue la más poderosa. Cuando el Imperio Persa Aqueménida se cernía sobre la región después de haber conquistado todo el territorio desde el actual Afganistán hasta Anatolia, Atenas lideró una alianza entre todas las polis para hacer frente al adversario, logrando imponerse. 


Con ese liderzago, Atenas vivió un esplendor cultural que conocemos muy bien gracias a las obras escritas sobre su legislación, sus tragedias, comedias, obra políticas y narraciones historiográficas. Se inventaron allí ciertas formas de democracia directa que llevan a considerar Atenas la cuna de la democracia. Especialmente después de vencer a los persas, en la llamada Pentecontecia (periodo de 50 años entre las Guerras Médicas y la Guerra del Peloponeso), había varias asambleas en las que podían participar todos los hombres censados en Atenas. Las mujeres no podían participar, por lo que tampoco vamos a fliparnos. Pero es verdad que tenían un sistema por el que cualquier ciudadano podía ocupar altas magistraturas, e incluso un sistema rotativo para que diferentes ciudadanos participasen por cortos periodos de tiempo en ellas y viesen como funcionan, con una intención educativa. 


Había varias asambleas en las que participaban más de 1.000 ciudadanos en su conjunto. Atenas pudo tener entre 300.000 y 500.000 habitantes en esta época; era una gran ciudad, pero semejante cifra de participación directa implica que una fracción de la población estaba literalmente participando directamente en las instituciones públicas. Quien no estuviera, con toda seguridad conocía a alguien que sí estuviera, por lo que su sensación de involucración en los asuntos públicos era mucho mayor que la que podemos imaginar tener hoy en día. 


Sin embargo, hasta las hazañas de la antigua Grecia quedan ensombrecidas si las comparamos con lo que logró una pequeña ciudad del centro de la península itálica. Según la leyenda fundada en el 753 a.C., Roma pasó un periodo de dominación por los etruscos, otro pueblo de la península, para sacudírselos de encima en el 509 a.C. En ese momento dijeron: Monarquía nunca más.  Y comenzaron un gobierno llamado República, basado en una asamblea no tan democrática como la ateniense.


El caso es que los romanos, cabreados con los etruscos, se los fueron cargando o sometiendo hasta no dejar ni rastro. Después, viendo que aún podían molestarles los otros pueblos cercanos, fueron sometiendo y conquistando todos los pueblos de la península itálica hasta asegurar el predominio de los del Lacio, es decir, de los Latinos. No se sabe muy bien si porque se aburrían o por qué, conquistada la Península Itálica, decidieron acabar con la otra gran potencia del Mediterráneo, Cartago. Cartago era una colonia fenicia (o púnica, como los llamaban los romanos). Los fenicios eran un pueblo marinero y comerciante originario del Levante Mediterráneo, es decir, de la zona de la actual Palestina e Israel, que presionados por los sucesivos imperios mesopotámicos habían ido migrando por el Mediterráneo fundado colonias como Cartago, Cartago Nova (actual Cartagena), Málaga o Cádiz.


En el 202 a.C., con el final de la Segunda Guerra Púnica, Cartago ya no era la potencia mediterránea, sino Roma. De aquí al año del nacimiento de Jesús, Roma conquistó toda la península ibérica, Sicilia, Galias Cisalpina, Narbonense y Comata (actual Francia), sur de Gran Bretaña, toda Grecia y Macedonia, toda Anatolia, toda Siria y Palestina y todo el Norte de África. Ojito.


Curiosamente, para cuando la República se transforma en Principado con el Emperador Augusto, el ritmo de conquistas frenó y se limitaron a afianzar las fronteras. Esta extensión la mantendría el Imperio Romano hasta comienzos del siglo V, en que la parte occidental se desmorona; pero la Oriental aún perviviría otros 1.000 años más bajo el nombre de Imperio Bizantino.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Proyecciones (1)


     Bueno bueno, ¡ya llevaba tiempo sin publicar en este blog! Pero eso no quiere decir que este esponjoso cerebro haya dejado de funcionar, ¡ni mucho menos! Hoy escribo para divagar sobre un aspecto de las personas que tiene dos opuestos, mutuamente excluyentes. No se trata de un rasgo, sino de una actitud. No me gusta nada la idea de rasgo para describir lo psicológico, me parece muy estática. Pero bueno, ¡el caso! Voy a distinguir entre proyectarse hacia dentro (o hacia uno mismo, su propio mundo interno) y proyectarse hacia afuera (hacia el mundo real, el que percibimos o creemos percibir).

    La persona que se proyecta hacia dentro pone sus objetivos vitales en sí misma, en su propio estado de ánimo o en sentirse de maneras determinadas. Por ejemplo, busca eliminar el sentimiento de tristeza en lugar de eliminar o afrontar la fuente real de la tristeza. Esto lleva a estas personas a focalizarse en sí mismas, a estar continuamente observando sus sentimientos y sensaciones internas, en lugar de las cosas en sí; y analizarse a sí mismo de manera científica, a menudo autoaplicándose descubrimientos científicos. Además, supone que las ideas que esa persona tenga no se realizarán o no se intentarán hacer efectivas en el mundo real, lo cual es la tendencia natural del pensamiento y de la actividad mental.

    Esto ocurre porque la persona cree que lo que siente y percibe no es más que una quimera, y que por tanto no tiene sentido o correspondencia alguna con la realidad, si es que ésta existe. Esto lleva a la persona que se proyecta hacia dentro a tener sentimientos de nulidad o vacío existencial, y a acostumbrarse a pensar que cualquier cosa que haga no tendrá una repercusión más que aparente, nunca real. Esto conduce también a muchos comportamientos de los denominados obsesivo-compulsivos, que aparecen cuando la persona se niega a realizar sus ideas y se reprime, prefiriendo amar la rutina y lo seguro.

    Proyectarse hacia dentro, como se ve, me parece que da unos cuantos problemas de malestar, pero estas personas, como veremos más adelante, no se comportan así por capricho. Sigmund Freud creía que esta es la única actitud posible, y que toda creencia de que nuestros deseos tengan sentido alguno en la realidad no es más que una manera del organismo de protegerse, nunca una creencia cierta. Si crees que quieres mejorar el mundo, para Freud, no es porque realmente sepas o puedas hacerlo, sino que es una actitud que adoptas para sentirte mejor. Es decir, en todo caso todo lo que hacemos va dirigido a encontrarnos mejor, nunca al mundo real exterior. Se trata de una asunción común a muchas teorías psicoanalíticas, y otras cognitivas como la de las creencias irracionales de Aaron Beck y Albert Ellis.

    La otra actitud vital es proyectarse hacia afuera, que es sinónimo de autorrealizarse, es decir: convertir en reales las ideas que tenemos en nuestra cabeza. Implica una completa inmersión en el mundo simbólico, es decir, una plena aceptación de tu sensibilidad del mundo; asumes que las cosas son como te lo parecen. Se abandona así el análisis ''científico'' de uno mismo. Además, estas personas no se preocupan tanto por sentirse bien como por cumplir efectivamente sus metas (aunque paradójicamente, eso es lo que les hace sentir bien). Tienen una profunda convicción de que, de alguna manera, sus actos repercuten en el mundo real (o, para ser más exactos, en el mundo percibido). Esta creencia guía sus acciones y les otorga una sensación de plenitud.

    Como se puede observar, mantener una u otra actitud no es una cuestión de capricho, ni tampoco se elige para sentirse mejor o peor. La cuestión de fondo que diferencia radicalmente una actitud de la otra es si se cree que nuestra percepción (sensaciones, impresiones, conocimientos... etc.) de la realidad se corresponde con ésta o si, por el contrario, nuestras percepciones del mundo sólo son quimeras, cuyo origen no conocemos bien pero en cualquier caso no deben corresponderse con la realidad exterior, si es que ésta existe.

    Así pues, para solucionar este problema no hay que hablar de teorías científicas acerca de la psicopatología, ni de si hacer esto o aquello nos sentará mejor o peor -hay que entrar de lleno en una discusión acerca de la relación entre el ser humano y las cosas, si éstas existen o no, y, si existen, si las conocemos de verdad o no. Se trata, en definitiva, de una cuestión metafísica u ontológica, la cual si trato en este post me va a quedar demasiado largo, así que tendré que hacer una segunda parte, ¡que espero que leais! Hasta entonces, creo que ya es suficiente con mis divagaciones.

domingo, 14 de julio de 2013

La psicología intuitiva y el positivismo

     Este artículo recoge a la vez los pensamientos que tengo tras la lectura del libro de Jerome Bruner ''Actos de significado'', y mis propias reflexiones sobre el problema que existe actualmente en la ciencia psicológica.

El carnaval es un ejemplo que quedaría sin poder ser explicado
     Porque en la ciencia psicológica, la ciencia de la conducta, existe un problema, y no me parece baladí precisamente. Se da la situación de que la psicología no aborda cuetiones fundamentales en una ciencia de la mente: por ejemplo, la caracterización del hombre contemporáneo (a diferencia de lo que hacen antropólogos como Marvin Harris o filósofos como Unamuno en su día), o tampoco se ocupa del arte o la música o la danza (a pesar de enorme papel catártico en todas las culturas). Tampoco se ocupa de la literatura, ni permite explicar algo tan sencillo como el sentido del humor. Ya no digamos entrar a analizar un período histórico determinado o una cultura particular (por no decir los fenómenos religiosos). Y sin embargo, nada más obvio de lo que la psicología debería dar cuenta, pues todo ello procede de lo que llamamos mente. La psicología contemporánea tiene un clarísimo déficit.

    Bruner pone como un clarísimo síntoma de la existencia de un grave problema en la psicología es que es una de las pocas ciencias cuyas teorías no se difunden en el sentido común. Esto no ocurre en otras ciencias: todos más o menos lo que ocurre cuando tenemos catarro; sabemos lo que son las células madre, la teoría del ADN o la de la evolución. Se sabe incluso lo que decía Einstein, aunque muy pocos lo entiendan.

Woody Allen, por ejemplo, trata mucho el psicoanálisis



     Pero de la psicología, las únicas teorías que han traspasado la barrera del sentido común son las psicoanalíticas. ¿Por morbosidad de la gente? Puede, pero también estoy seguro de que en ello influye que el sistema de Freud es útil a la gente para explicar lo que siente. El término ''inconsciente'' ha pasado a formar parte de la terminología cotidiana. Pero a nadie se le ocurriría decir que necesita argumentos para acallar su disonancia cognitiva, ni que siente ansiedad porque tiene un locus de control externo, ni que tiene unos esquemas excesivamente rígidos, ni que prefiere hacer atribuciones externas para no sentirse culpable. Todo lo más que puede hacer el modelo del procesamiento de la información es hacer descripciones, y resulta que el sentido común, digamos, la psicología desarrollada por el común de la gente, partiendo de su intuición, supera a la psicología científica.

    Pues bien, el problema que tiene la psicología hoy en día es que es incapaz de explicar eficazmente lo que le ocurre a la gente, hasta tal punto que las explicaciones que nuestra cultura desarrolló por sí misma funcionan mejor que las que desarrolla la disciplina científica. Esto es muy grave. La psicología debería ser cuna de las teorías más a la vanguardia del ser humano, debería ser el centro de atención a la hora de explicar los fenómenos históricos con rigor, los acontecimientos políticos, las revoluciones sociales, las corrientas artísticas, las configuraciones urbanas. Todo ello es comportamiento, y ¿qué ciencia va a estudiar esto si no es la psicología?

    La psicología es muy útil en algunos campos, y funciona con eficacia: psicología de las organizaciones, psicología escolar; y, la que tal vez sea la parte más famosa, la psicología clínica. También estudia algunos procesos sociales y hasta políticos, pero lo que quiero exponer aquí es que ni por asomo se aproxima al alcance que puede llegar a tener. Voy a poner un ejemplo de la psicología social para ilustrarlo.

    Para explicar el fenómeno de la persuasión, dos psicólogos, Petty y Cacioppo, proponen que un receptor del mensaje puede procesar los argumentos por dos vías: una central, cuando muestra suficiente interés (o motivación) y tiene suficiente capacidad (pongamos, suficiente formación en el tema); y otra vía central, cuando no tiene motivación o capacidad. Cuando se procesa por la vía central, el mensaje se analiza con más profundidad, puede dar lugar a ''un cambio de actitudes'' y se almacenará en la memoria más duraderamente. Cuando va por la vía periférica, en cambio, como se atiende en menor medida, el sujeto es más vulnerable a dejarse influir por la apariencia externa del mensaje, a tratar de precategorizarlo y así, procesarlo más superficialmente.

      Bien, parece un modelo coherente. Una persona que no conociese este modelo diría sencillamente que cuando algo te parece interesante, pones atención, y cuando no, no. Por ejemplo, si eres rico, no quieres oír nada de que se agotan los recursos energéticos, puesto que tú estás feliz en tu ''burbuja''. Esto último ya excede un poco el modelo. Si además añadimos que el que el emisor del mensaje lleva rastas y tiene una apariencia de naturalista, y que ya sólo por ello el receptor prefiere hacer oídos sordos, el modelo queda ya totalmente desbordado. Ya no digamos si tratamos de explicar porque hay otros ricos que sí que escuchan este mensaje (extrañamente, no se me ocurre ningún ejemplo de un rico que pueda encajar aquí, pero alguno ha de haber), o porqué esto ocurre ahora pero no en los años 20. La psicología popular explica el comportamiento aludiendo sencillamente a los motivos que mueven a las personas; a sus razones.

    Parece que los modelos psicológicos que se crean en el marco de la teoría del procesamiento de la información, el cual es el paradigma dominante hoy en día, se ven obligados a complicarse reduciendo el alcance de los modelos. Es muy difícil encontrar en este marco una teoría que realmente permita entender mejor algún fenómeno del comportamiento de lo que lo haga la psicología intuitiva. Parece que la psicología científica trata de someterse a unas restricciones a las que antropólogos o filósofos no se someten. Ellos pueden hablar libremente de lo que parece que ocurre, tratar de comprenderlo y exponerlo en sus teorías. Los psicólogos no. ¿Y porqué? Pues bien, aquí es donde entra Jerome Bruner y su libro ''Actos de significado''.
Bruner (1915) es ya un gran veterano de la psicología

    Este autor propone que sucede por nada más y nada menos que la influencia del positivismo. La necesidad de inferir constructos que deben quedar empíricamente respaldados impide a la psicología crear teorías como lo hacen los antropólogos y filósofos, que pueden aludir abiertamente a las razones por las que las personas hacen lo que hacen. En mi opinión, los psicólogos debemos revisar estos supuestos si queremos una ciencia realmente capaz de explicar todas las variedades del comportamiento, y debemos aspirar a tratar el significado que las personas atribuyen a sus actos, que es lo que verdaderamente explica el comportamiento.

    El comportamiento no está regido por unas leyes generales y objetivas, sino que las personas hacen lo que hacen por  unos motivos construidos culturalmente. Son motivos subjetivos, sí, pero reales, y la psicología debe estudiarlos. La psicología debe ser una ciencia de los actos de significado, y poder estudiar así el papel que en el comportamiento desempeñan los géneros de teatro, la danza, los rituales de cada cultura y el largo etcétera que se deja en el tintero.

martes, 7 de mayo de 2013

Sistemas de pensamiento

Hesíodo propuso una explicación mitológica del mundo

    Entorno al año 700 a.C. hubo un hombre, que vivía cerca de la polis griega de Tebas, que se propuso hacer una obra exponiendo el origen del mundo tal como él lo entendía, es decir, basándose en la mitología de su tiempo. Su nombre era Hesíodo, y su libro fue llamado La Teogonía. Se propuso explicar como fue el principio de los tiempos, y como fueron apareciendo todos los dioses, desde los más importantes hasta acabar por los más secundarios. Y el origen del mundo se remonta a la unión de Gea, la tierra, y Urano, el cielo.

     Pero Hesíodo se dio cuenta de que no tenía sentido comenzar directamente así cuando precisamente hay un dios de la unión amorosa: Eros. Así pues, reformuló el principio de su obra, y comenzó así: ''En un principio sólo había el caos. Después Gea, la de amplio pecho, y el Tártaro. Y después, Eros.'' A pesar de ser un dios menor, Hesíodo comprendió que para que su obra guardara una lógica debía colocarlo al principio. Esa lógica es un sistema de pensamiento.

    Pero pronto otros pensadores quisieron seguir la línea de Hesíodo y explicar el mundo de una nueva forma, basándose cada vez menos en el mito y más en en el logos. Se intentó explicar el mundo a partir del fuego, del agua... Eran nuevos sistemas de pensamiento. Es lo que se conoce como el paso del mito al logos. Habitualmente, logos se traduce como ''estudio de'', ''discurso racional acerca de algo''. Pero el término también se asocia al orden interno de las cosas, y también a su significado. En definitiva, el palabro tiene un significado amplio y no se corresponde con una palabra concreta del castellano. Podríamos decir que se corresponde en general con un discurso racional o sistemático acerca de algo. Pero aún así, creo que no lo abarcaría del todo bien.

    Claude Levi-Strauss, el célebre antropólogo, diferenciaba entre el pensamiento más mágico o salvaje y el científico. Creo que se trata de una distinción aplicable al caso. Se trata en general del pensamiento científico, el que en teoría caracteriza a las ciencias en la actualidad, como la biología o la psicología. O al menos debería caracterizar.

Jean Piaget
    Jean Piaget, otro célebre pero esta vez psicólogo, de Ginebra, decía que el pensamiento científico, que él denominaba formal, era el resultado de un proceso de desarrollo a lo largo de los 16 primero años. El niño iría construyendo su inteligencia a partir del simple tanteo sensoriomotor (es decir, descubrir las propiedades sensoriales y motoras, como el peso, el tacto o la manera de moverse de una pelota). A partir de ahí se iría abstrayendo la estructura del mundo, a base de experimentar y adaptar la inteligencia al entorno que le rodea. Así, el niño acabaría por alcanzar nociones como la reversibilidad de las transformaciones o la conservación de la materia, que le llevarían a alcanzar la estructura abstracta del mundo, el pensamiento formal.

   Si asumimos eso, nos vemos en un aprieto, pues, ¿como explicamos que los griegos tardaron siglos en alcanzar dichas formas de pensamiento? O, en general, ¿cómo explicamos que en unas época predomine un pensamiento más formal y en otras uno más mitológico? Lev Vygotsky, el ruso denominado Mozart de la psicología (porque hizo una teoría que nos dejó a todos boquiabiertos y al poco murió), tiene una propuesta que tal vez se ajusta más a este problema: para él el pensamiento científico es una construcción social, y se inculca a través de la interacción social con los demás individuos del entorno. Una vez una sociedad alcanza el pensamiento científico, sus nuevos individuos lo aprenden.

    Pero para Vygotsky también se trataba de una estructura abstracta que los individuos podían alcanzar o no. Planteaba una barrera insalvable entre dos formas mutuamente excluyentes de pensamiento, y aunque solucione un poco mejor que Piaget el mencionado problema histórico, sigue poniéndonos en un aprieto, pues parece que unas culturas poseen formas superiores de pensamiento y otras no.

   Como a Piaget no le dio para más su teoría, y a Vygotsky tampoco le dio mucho tiempo, tuvimos que esperar a una nueva generación de psicólogos para que nos sacaran del aprieto. Se trata del enfoque de la lingüística funcional o cognitiva, o también enfoque basado en el uso. Aunque su representante más claro es Michael Tomasello, en el instituto de antropología de Leipzig (Europa apunta alto en estos temas), tenemos aquí un abanico de investigadores. La idea general es que los humanos se comunican de manera natural, y que en dicho proceso van creando y moldeando un lenguaje que les sirve a sus propósitos. Así, los esquimales necesitan distinguir numerosos tipos de blancos, pero los gallegos distinguimos tropecientos tipos de lluvia. Y el mismo principio es aplicable a las estructuras sintácticas.

    Es decir, que para estos enfoques la cuestión no está en si se alcanza o no unas estructuras abstractas para explicar el mundo, sino que sencillamenye el lenguaje (que, como decía Vygotsky, moldea la manera de pensar de los niños) se adapta a las distintas necesidades, que varían histórica y geográficamente. Por eso se llama enfoque basado en el uso, en el uso del lenguaje, por contraste con el alcanzar las mencionadas estructuras abstractas o de carácter científico. Así, no es problemático asumir la variedad de culturas y maneras de pensar existente en el mundo, y abandonamos aquel etnocentrismo por el cual el pensamiento racional es el superior, y propio de la civilización occidental.

   El lenguaje y el pensamiento solo son adaptaciones desarrolladas para diferentes entornos. Es, en este sentido, como la arquitectura: En Castilla, se hacían las casas con adobe, mientras que en el norte de España se hacían con granito o la piedra de la zona. Tal vez no debamos de creer que Hesíodo tuviera una manera de pensar errónea sólo porque no sea científica. Tal vez no haya que mirar por encima del hombro al pensamiento mitológico. Actualmente, se valora la ciencia como la verdad absoluta, mientras se ve claramente como, desde luego, no nos hace felices.

Libros de interés:

Hesíodo: ''La Teogonía''
Vygotsky: ''Pensamiento y lenguaje''
Piaget: ''El nacimiento del símbolo en el niño'' o ''6 estudios de Psicología''
Tomasello: ''Los orígenes culturales de la cognición humana'' o ''Constructing a language: a usage-based theory of language acquisition''.

lunes, 6 de agosto de 2012

El leitmotiv

   El leitmotiv es un término acuñado por Richard Wagnar, el célebre compositor de música clásica, para referirse a la música que acompaña (y de paso caracteriza) a cada personaje: la música del ''malo'', del ''héroe'', de la ''chica'', etc. Puede designar también el ''motivo recurrente'' que guía los actos de un personaje, es decir, el móvil de sus actos, lo sepa o no este personaje. En términos psicológicos y trasladando el concepto al mundo real desde los mundos teatrales de la ópera, podríamos decir que se trata de una forma de describir los condicionantes inconscientes más arraigados en la vida de una persona. Pero, de todas formas, a mí me sigue gustando hablar de ''el motivo recurrente'' o el leitmotiv.

  Erich Fromm, en su libro ''El lenguaje olvidado'' (una interesante introducción al análisis simbólico de los sueños y los cuentos de hadas) refiere que cuando alguien tiene un sueño idéntico que se le repite durante muchos años y con frecuencia, refleja un leitmotiv, oséase, un motivo inconsciente que guía el comportamiento de la persona. Los sueños serían una válvula de escape para una fantasía incumplida o alguna tensión permanente.

El chileno Alejandro Jodorowsky
  El artista polifacético chileno Alejandro Jodorowsky (iba a decir simplemente el ''psicomago'', pero al ver que también escribe novelas, guiones de películas, de teatro, compone bandas sonoras, y es escultor, pintor, actor y mimo, entre otras ocupaciones, me he decidido por esa denominación más ajustada al caso), en cierta ocasión, actuaba como algo así como psicoterapeuta, y hacía terapia a una señora que le contaba todas sus penas y sentimientos y situación familiar, y Jodorowsky, tras escucharla atentamente, llegaba a una sorprendente conclusión. Dijo:
  -Es que tú debías haber sido un niño. Ése es el problema.

  Así Jodorowsky llegaba a identificar un leitmotiv en la vida de la muchacha, que podía explicar muchos de los problemas psicológicos en su vida: sus padres nunca quisieron reconocer que en realidad querían un niño, ni ante sí mismos ni ante los demás ni, especialmente, ante la muchacha. Por eso la cuidaban demostrándole que ella era especial y que se alegraban de tenerla, ocultando así la culpa que sentían por aquella escondida decepción que en realidad sentían. Pero dicha decepción no por eso dejaba de existir, y eso daba lugar a otros comportamientos que le transmitían a la niña que algo estaba haciendo siempre mal.

  Otro ejemplo de leitmotiv que podríamos poner es el de la mujer que está casada por conveniencia con quien en realidad no quiere. Como no puede reconocerlo, su incapacidad para aceptar la situación le llevará a toda una serie de síntomas psicológicos e incluso somáticos de entrada desconcertantes, pero que en realidad guardan un cierto sentido.

  Claro que eso no quiere decir que este pueda ser el único origen de psicopatología. Visto el caso descrito, se puede observar que otra cosa que puede ocurrir es que un leitmotiv se transmita varias generaciones, o bien puede ser una cuestión que no esté relacionada con la propia persona, como el momento histórico.

  Un leitmotiv también se puede entender como la culminación de la reflexión sobre uno mismo, que no la conclusión, porque la reflexión sobre uno mismo nunca termina. Pero puede llegarse a un punto en que las propias dificultades y el conjunto de problemas que suelen afectar a uno mismo se comprendan hasta tal punto que se puedan resumir en una sola frase, que sería la formulación de ese leitmotiv. Dicha comprensión no implica librarse de este problema recurrente, pero sí permite tener una orientación general acerca de la situación de uno mismo. Freud, que estudió leitmotivs situados en la infancia de las personas, pretendía que esa comprensión sí otorga la cura, pero la práctica clínica mostró que esa comprensión ayudaba pero no era la solución.

  Esto ya nos lleva al último punto de interés sobre el leitmotiv, que es su utilidad en la psicología clínica. Efectivamente, el que un clínico sea capaz de reconocer un leitmotiv cuando lo tiene delante puede ser de extraordinaria utilidad, ya que le permitirá entender muy bien todo el caso clínico, y simplificar así su tratamiento.


  A modo de conclusión, cabe decir que cuanto menos el concepto del leitmotiv es de interés para la psicología, tanto clínica como de la personalidad, como demuestra el hecho de que psicoanalistas como Erich Fromm ya lo hayan tomado en consideración. Y con esto, dejo a cada uno que busque el gran ''porqué'' de su vida, para así poder encontrar un mejor ''para qué'', y se lanze a la búsqueda de un leitmotiv que le convenza.

 


lunes, 16 de julio de 2012

Etimologías (2)

  En el anterior artículo expuse el motivo por el que el conocimiento de las raíces del lenguaje nos permite pensar con más eficacia y precisión, y prometí explicar ahora porqué supone reencontrarse con uno mismo.

  Las palabras que usamos, todas ellas tienen un origen incierto. Es imposible que sepamos como todas derivan las unas de las otras. En la mayoría de los casos esto no nos es problema; ni nos va ni nos viene. Pero en ocasiones se acentúa ese efecto y nos encontramos usando unos tipos particulares de palabras sin saber porqué, como es el caso de cuando vamos a la administración y usamos un lenguaje más ''correcto'' aunque no entendamos porqué,  o cuando accedemos a nuevos ámbitos y su vocabulario nos resulta extraño pero nos vemos obligados a usarlo por estar extendido ese uso. Es el caso de, por ejemplo la informática, que nos trae multitud de nombres que no sabemos de donde proceden, o en las noticias, al informar de cualquier acontecimiento parece que usan unas palabras que no son las cotidianas y no sabemos porqué, o simplemente en nuestro ámbito profesional.


  Hay, pues, una dicotomía entre el lenguaje cotidiano que usaríamos espontáneamente y el usado formalmente, siéndonos éste ajeno y extraño. La sensación que acaba impregnando al lenguaje, como resultado, es la misma que al ver las ciudades, hechas de cemento, repletas de objetos de origen y función incierta, hechos de materiales de origen desconocido del que solo sabemos que no se encuentra en ese estado en la naturaleza (como es el caso del plástico, del que sabemos que no se deshace en el medio natural y que procede de una transformación misteriosa del petróleo): vivimos rodeados de frío cemento y de formas extrañas, usando palabras ajenas y viviendo entre artificialidades.

  Al igual que ir a la montaña nos hace recordar que efectivamente venimos de la naturaleza y que no somos enteramente artificiales, conocer las palabras griegas de las que surgen muchas de las nuestras y muchas de las del latín nos hace recordar que el lenguaje también lo hemos hecho nosotros de forma natural, que es cálido y acogedor y no frío y ajeno, como podría parecernos.

  Nosotros le llamamos hipopótamo al hipopótamo, ¿porqué? No lo sabemos. Pero los griegos decían lo siguiente: si ''caballo'' es ''hipo'' y ''río'' es ''pótamos'', entonces a esa especie de caballo que habita en los ríos lo llamaremos ''hipopótamo''.
  La tierra es gea; su diosa es Gea; si queremos que nuestras cosechas sean abundantes, debemos rezarle a Gea. La memoria es mnemos; su diosa es Mnemósine y gracias a ella recordamos las cosas; los rayos los causa Zeus y los terremotos Poseidón. Todo el lenguaje griego tiene un sonido propio y se nota claramente de donde proceden las palabras derivadas. Su vocabulario refleja una imagen del mundo muy primigenia, que, en contraste con nuestro extensísimo vocabulario artificial, nos resulta inmediato y intuitivo, y por ello, fácil de usar y sencillo.

  Conocer las palabras griegas es como pisar la hierba descalzo, porque te recuerda que vienes de la naturaleza y te permite comprobar, para tu tranquilidad, que el lenguaje también. Es por esto que digo que el lenguaje te hace reencontrarte contigo mismo. Esto te lo permite sobre todo el griego, con su sencillez e intuitividad, pero para sentir el castellano como propio debemos recurrir, además, al latín, especialmente, y al árabe y al idioma sajón en menor medida (para entender las palabras procedentes de ellos, como ''ojalá'')

lunes, 19 de marzo de 2012

Etimologías (1)

  Conocer el origen de las palabras es algo mucho más importante que simplemente saber un poco de todo. Es mucho más que ''que está muy bien'', ''es importante''. Es mucho más que un conocimiento teórico bonito que se va hacia el pasado, hacia lenguas muertas y ya sin uso alguno. Es también mucho más que una pista sobre el significado de las palabras.

  Conocer el origen de las palabras nos permite pensar con más eficiencia, con más precisión. Nos permite expresarnos con toda la exactitud que queramos, y salvar los obstáculos que puedan suponer los distintos usos de las palabras que se puedan hacer y así comprender con total facilidad lo que otros nos digan. Y además, conocer bien la lengua nos hace reencontrarnos con nosotros mismos, con nuestra naturaleza, y sentirnos nosotros mismos usando las palabras, y no como utensilios de origen desconocido, ajeno y antiguo. Puede parecer un poco exagerado, pero intentaré explicar porqué lo afirmo.

  Cuando buscamos en el diccionario una palabra, este nos informa de los usos que se suelen hacer de esa palabra, sus posibles significados, pero no suele indicar su alcance total. Para ello, algunos diccionarios acompañan cada entrada con la etimología de la palabra, y eso ya da la posibilidad de captar dicho alcance. Por ejemplo, si cogemos una afirmación típica de Ortega y Gasset, como ''vida implica una radical incertidumbre'', nos quedamos extrañados, porque de entrada eso parece querer decir que vivir es estar sumido en una situación de intensísima incertidumbre. El problema de esa afirmación no está en los términos ''incertidumbre'' o ''vida'', el uso de éstas no nos extraña por el momento, pero, ¿''radical''? Eso suena a ''muy intenso'', y yo la mayor parte del tiempo estoy tranquilo, haciendo esto o aquello, no estoy sumido en una incertidumbre espantosa ni nada por el estilo.

  Pero si buscamos el origen de la palabra radical veremos que proviene del término latino ''radix'', que designaba sencillamente las raíces de los árboles, aunque, al igual que actualmente, se usaba como metáfora del origen de algo, de lo que lo causa o mantiene (la raíz de un problema, las raíces de una cultura...), y también refiriéndose a un plano más profundo, subyacente, no visible a primera vista pero esencial (uso bastante parecido al anterior). Este último sí es el sentido en el que lo usa Ortega; veamos ahora si tiene más sentido lo que dice: ''la vida implica una radical incertidumbre.'' Puede referirse no a que esa incertidumbre sea muy intensa, sino implemente a que esté en lo más profundo, en lo esencial y determinante del concepto ''vida''. ¡Ah! Ahora ya no nos choca a primera vista esta afirmación, podemos más o menos entender que sea posible, no estar de acuerdo, pero sí entendemos al menos qué quiere decir el filósofo con esto. Ahora ya podremos pasar a indagar si estamos de acuerdo o no con esto.

  La utilidad de conocer mejor el lenguaje se ve más claramente al leer libros o al hablar con gente procedente de lugares geográficamente lejanos a donde vivamos, porque las expresiones típicas de cada lugar van variando. Conocer bien el lenguaje nos ayuda a entender mejor lo que dicen otros. Veamos ahora como puede ayudar a expresarnos, el segundo motivo por el que creo que ayuda a pensar con más eficacia.

  Al conocer bien el alcance (y no solo los usos comunes) de una palabra, sabremos exactamente qué se puede decir con ella, y así podremos darle a una palabra un nuevo uso que nunca habíamos oído; es decir, saber expresar algo sin que nunca hayamos oído como se expresa. Por ejemplo, cuando nos gusta mucho una chica/chico y estamos cerca de ella/él, podemos sentir ganas de besarle. Si concretamos más, ¿cómo podemos escribir esta sensación? ¿Nos sentimos motivados? No, es más que eso, es como si nos sintiéramos empujados. ¿Impulsados tal vez? Tampoco, porque eso es como un breve empujón que nos acerca un poco. Es algo que tira de nosotros continuamente, sin descanso. Pues resulta que la lengua castellana tiene una solución: el verbo 'impelir', o sea, que habría que decir que ''nos sentimos impelidos a besar a esa persona''. Produce mucho desasosiego cuando logramos expresar exactamente aquello que sentimos, con esa exactitud, y además nos ayuda a tener las ideas muy matizadas.

  Saber decir con exactitud, y saber entender con precisión nos enriquece dándonos a conocer nuevas visiones de las cosas, y las nuestras propias. Nos permite coger exactamente aquel matiz que nos interesa y no otro, y para ello siempre es necesario darle un nombre. Es como meter el contenido, que de entrada es abstracto, en unos sacos que serían las palabras, y solo así el pensamiento puede trabajar con dicho contenido. O sea, que el pensamiento solo trabaja con ''sacos''. Disponer de todo tipo de sacos, nos permitirá tratar muchos tipos de contenido.

  Es como si en lugar de comer solo manzanas, pudiéramos comer manzanas verdes, rojas, amarillentas, pasadas; grandes o pequeñas, jugosas o secas, arenosas o triscante. Supongamos que solo nos interesara comer manzanas grandes, verdes y arenosas. No podríamos hacerlo sin haber desarrollado dichas etiquetas. Pues así, el pensamiento puede ''engullir'' la realidad a medida que se la va encontrando, y usarla para crecer.

  Esta es, pues, la primera gran utilidad que creo que le da mucha importancia a conocer las etimologías: permitir al pensamiento alcanzar más contenido, más mundo, y procesarlo y deglutirlo, como si fuera una gran máquina digestiva de información.

  Aparte de esta primera gran utilidad, hay otras dos que me parecen más secundarias pero también importantes: conocer bien las palabras nos ayuda a evitar usar definiciones circulares que no solucionan la cuestión, como es el caso de si decimos que ''para saber esperar hace falta paciencia''. Al decir eso ya se nota que no aporta mucho decirlo, y de hecho, si buscamos la etimología de ''paciencia'', veremos que es el acto de ''sufrir'' o ''aguantar'' algo (del verbo ''patior'', sufrir), por lo que, si hacemos esa afirmación, estaremos diciendo que para esperar es necesario sufrir o aguantar la espera, lo cual no aporta, en efecto, nada.

  Y otra utilidad secundaria es comprender mejor algunos conceptos; algunas dimensiones de ellos. Pondré como ejemplo algunos parecidos sospechosos como ''cultura'', rendir ''culto'', ser una persona ''culta'' y ''cultivar'' plantas; o bien ''rey'', ''realidad'', ''realismo'' y ''res'', o bien ''educación'', ''conducción'', ''abducción'' y ''duque''. Este tipo de utilidad de la etimología es muy fácil de ver en las aulas, pues es muy usada al explicar nuevos conceptos.

  Pero insisto; estos dos usos son para mí secundarios. En la siguiente parte de este artículo expondré eso de ''reencontrarnos con nosotros mismos y nuestra propia naturaleza'', el otro gran pilar que le da tanta importancia a conocer las raíces de nuestro propio lenguaje.